¿Por qué la educación contempla la amable e intencionada acción de zapear?
Al parecer, como profesor, nada me resulta más saludable que ponerme en el lugar de un alumno y recordar cómo le hice para lograr aprendizajes significativos que me orillaran a actuar (ser, hacer, saber, convivir, ...) de forma diferente. Después de un año y medio trabajando como profesor, me atrevo a decir que el truco está en saber dar zapes.
Durante toda la carrera batallé con el concepto de educación de la voluntad.... No porque no creyera en él o lo considerara innecesario, sino todo lo contrario. Pero... por más conocimientos y estrategias didácticas que domine, si un alumno se rehúsa a estudiar/aprender... ¿cómo demonios le puedo hacer para que me crea y dirija sus acciones hacia lo que yo le digo que es mejor para él? Hoy me atrevo a afirmar que la respuesta está en los zapes, estos deliciosos momentos que combinan la motivación con nuestra capacidad de análisis, reflexión y crítica para saber qué nos sienta bien y qué no. Un zape no es más que el acercamiento a una verdad pura, palpable, necesaria y pertinente a nuestra situación en un contexto determinado. Aún así pienso que el zape por sí solo no basta. Si no somos honestos con nosotros mismos, o no tenemos la capacidad de visualizarnos y justificar esa posición que nos sienta mejor, el zape puede quedarse en ese doloroso recuerdo de algo maravilloso... "el hubiera"...
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